Mi experiencia universitaria
- ferp98
- 10 ago 2020
- 3 Min. de lectura
Era el año 2017, mi padre me llevaba en auto al primer día de cursillo, y cuando lo despedí para bajarme, recuerdo que me pronunció unas palabras: “Hace de cuenta que es la escuela”, eso me dio tranquilidad y seguridad que necesitaba antes de ingresar al aula y convertirme en universitaria. Así, pasaron los primeros días de clases, y yo me entusiasmaba cada vez más lo me enseñaban y me regocijaba de que había escogido bien, pero a la vez transité esos momentos con miedo, era miedo a la gente y a lo desconocido. El hecho de encontrarme fuera de mi ambiente me incomodaba, a pesar de ya haber hecho amigos.
Al pasar las semanas y ya iniciada la cursada de primer año, me entregaron la nota del examen que confirmaría si era estudiante oficial de la Licenciatura en Comunicación Social: saqué diez. Mi mente no salía del asombro y por dentro pensaba ¿esto es real? ¿yo me saque un diez?, fue una de las primeras notas excelente que había tenido hasta entonces, y más aún no podía creer que había logrado eso en la universidad. En ese momento me di cuenta que podía conseguir mucho más y recordé la frase que me dijo mi padre al inicio, que a partir de ahí se convirtió en una especie de bandera en la cursada; y por medio de estudio constante y consciente, tuve un muy buen desempeño en todas las materias. Era algo que iba más allá de la buena nota, si no que mi principal motivación era aprender lo más que podía y tener la certeza de que había dado mi máximo esfuerzo en ello.
Llegó el segundo año, mis notas se mantuvieron y la constancia del estudio nunca fue un problema, sin embargo, aparecieron otras cuestiones que me incomodaron: por un lado, tuve que hacer varios trabajos de radiofonía los cuales me encantaba realizar, pero siempre recibía un comentario en tono negativo y poco constructivo de un docente acerca de mi voz, y eso me generaba inseguridad. Por otro lado, el paro docente nos dejó a todos los estudiantes sin clase por casi dos meses, era mucho tiempo perdido y pocas semanas para terminar de ver todos los contenidos. Se produjo una seguidilla de parciales y trabajos prácticos que desencadenaron nervios, enojos entre compañeros, corridas y cansancio. A pesar de ello, el balance del año fue muy bueno y pude superar todos los obstáculos que me dificultaban el aprendizaje.
Mi experiencia no tuvo demasiados altibajos, el tercer año fue igual de bueno y mi mente seguía sin perder de vista el objetivo que había fijado a los 18 años cuando cursaba primero. Sí puedo recordar una dificultad que tuve a causa de irresponsabilidades de terceros y malas elecciones de grupos de trabajo que ultrajaron mi salud mental, pero a la vez eso me enseñó a establecer límites y a defender mi trabajo y esfuerzo ante todo.
Finalmente, llegó el tan esperado cuarto año, el último. Me lo figuraba con mucha alegría, “Ya soy casi una profesional” pensaba para motivarme, me quedaba muy poco para alcanzar mi meta. Pero la vida es incierta y el mundo entero fue atravesado por una pandemia, y con eso llegó la cursada virtual: una verdadera desdicha. Si alguien me hubiese avisado que sería de esta forma, hubiese preferido no cursar. El esfuerzo se multiplica por diez, las noches sin dormir por quedarme a estudiar eran cada vez más seguidas, el rendimiento disminuyó considerablemente y el entusiasmo era casi nulo: todo eso me hacía sentir abatida, al punto de tirar todo por la borda para preservar mi bienestar, pero además, porque lo que estaba haciendo me interesaba poco, eso era lo más triste.
Sin embargo, tomé coraje, y pude hacerle frente a las trabas que me impuso a virtualidad y por sobre todo, me enfrenté a mí misma. Así, aprobé todos los trabajos y las materias cuatrimestrales, sentí que “dejé la vida”, como dicen los jugadores de fútbol. Luego llegaron las vacaciones de invierno, a las que esperé como nunca antes, durante ese tiempo trabajé mucho mi mentalidad para poder recuperar esas ganas de aprender que tuve los primeros años, el amor por la comunicación social, y para poder cursar con un poco más de paz. Ahora me encuentro en el comienzo del cuatrimestre final, con el entusiasmo, la energía y las ganas recuperadas para ir a por todo.
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